Mi
suegro era una persona honesta que tuvo una vida plena. Pertenecía al grupo de
personas, más numeroso de lo que quieren hacernos creer, que se enfrentan a la
vida con la dignidad, la única, la válida, de dar lo mejor de sí mismos en
todos sus ámbitos, el familiar, el profesional, el civil. Casi todos tenemos la
suerte de conocer a personas así.
Nacido
en la preguerra, trabajaba desde que tenía uso de razón. De pequeños andaban
horas por las montañas para vender la fruta en los balnearios de Lanjarón. Eran
kalenjines. Más tarde fue jornalero en la caña de azúcar. Eran duros. Añadir
que se desplazaban a la extenuante jornada en bicicleta, una hora de ida y otra
de vuelta. Eran Bahamontes.
Dueño
de una gran inteligencia natural que sumada a una ética del trabajo
insobornable provocaba que todos se fijaran en él. En la mili le pidieron su
reenganche, querían que hiciera carrera militar. Entró en una gran empresa y al
poco tiempo tenía más de doscientas personas a su cargo. Cuando no pudo más se
retiró para poder pasar más tiempo en casa y con los suyos. Siguió sin hacer
ruido, como tantos. Y por el camino ayudó, ayudaron, sin pedir nada a cambio,
solo porque debía hacerse, a muchos que lo necesitaron. Ahora son
incondicionales que le han cuidado como han podido y le han rendido homenaje en
su despedida acompañándole en paz tras un sufrimiento inmerecido en sus últimos
años de vida. Si no entiendes que la vida plena es esto, o eres muy joven o
tienes un problema que puedes comenzar a superar aquí.
Uno de los mejores libros que he leído |
Y
pensaba en esta ética universal del trabajo, transversal, leyendo las memorias
de Charlie Spedding. En un libro, From Last to First, al que le tenía muchas
ganas desde hace tiempo y que gracias a San Amazon finalmente he podido
adquirir. Finalizado puedo decir que es uno de los mejores libros de atletismo
que he leído nunca.
Si
no sabes nada de Charlie, ganó el bronce en la maratón olímpica de LA’84 tras
el fluir de Carlos Lopes y la agonía de John Treacy. De hecho, el primer
capítulo es el relato –en una narración vibrante y perfecta- del maratón
olímpico, desde la cámara de llamadas, donde las medallas olímpicas comienzan a
perderse, a la pretendida gloria del podio. Y lo logró con unas marcas de
13’29”/28’4”/2h8’33”, buenas pero nada del otro mundo. Solo que el día D a la
hora H dio un 150% de sí mismo en un brutal ejemplo de la importancia de la
mente en cualquier aspecto de la vida.
Sonrisa entre el dolor |
Es
una historia sobre la meritocracia del esfuerzo, del trabajo duro, del
compromiso. También lo es sobre la fuerza de nuestra principal herramienta, el
cerebro. La conjunción de ambas le llevó a un éxito imprevisible y en todas las
facetas de su vida, más aún cuando de joven era un pésimo atleta y estudiante.
Intentando
evitar los spoilers, Charlie Spedding era un adolescente que no destacaba en
ningún deporte y era el antepenúltimo de su clase en el competitivo sistema
educativo inglés de la época.
No
brilló en su primera carrera con 16 años, tan solo evitó llegar el último. Con
todo el trabajo que solos los atletas podéis imaginar y reconocer consiguió
unas marcas decentes e incluso un título de campeón del Reino Unido en los
10.000. Como estudiante siguió una trayectoria similar, quizás mejor. Se
licenció en farmacia. Pero tenía 28 años y aún no había participado en unos
JJOO.
Una
tarde se sentó en un Pub con una pinta de cerveza, una libreta en blanco y un
diccionario. Y comenzó su transformación mental en una suerte de Programación
Neurolingüística avant la lettre.
Definió qué era el éxito para él, estableció sus metas y a base de compromiso,
dedicación y concentración –focused- fue progresando al tiempo que fue seleccionado
para el equipo británico de maratón de los JJOO de LA’84. Se preparó a
conciencia con un entrenamiento físico y mental que duró hasta cruzar la línea
de meta tras un duro sprint con el irlandés Treacy.
Sublimó su talento |
Los
siguientes 4 años fueron de lesiones de las de siempre –talón de Aquiles- con
los tratamientos salvajes de entonces. Volvió del dolor más profundo y en otra
actuación de un valor sublime consiguió un diploma olímpico.
Mi
nuevo mejor atleta: Charlie Spedding, perfecta analogía de las tantas personas
anónimas que hacen del mundo un lugar mejor, con discreción y humildad, por su
actitud.
¡Saludos!
PD: si tenéis la suerte de ser tan jóvenes, aquí tenéis un resumen del maratón olímpico de LA'84
2 comentaris:
Ferran, gran libro!!
Gracias -como siempre- por la recomendación!
No sabía nada de él, y de hecho mis recuerdos de la edición del 1984 se limiten a Carl Lewis, Edwin Moses, y muy vagamente Joan Benoit.
Pero me ha sorprendido gratamente, con una escritura personal muy sincero y fresco (en el libre de Bill Rodgers se nota claramente la mano de Shepatin), sus propias vivencias.
Brillante el capítulo 13 -What Hope Olympic Medals-, contestando su propia pregunta (y las de muchísimas de nosotros) de que si ahora las circunstancias son tanto mejores para un atleta profesional que hace 30 años; que "Why, why, why, are today's best British runners running slower times than we did twenty to thirty years ago?"
Muy grande!!
Un libro que nos hace plantear nuestras nuevas metas, pero sin olvidar que es una espada de doble filo.. be careful what you dream.
Y un abrazo también a tu mujer por la pérdida de su padre. Haber dejado la tierra de esta forma, es solamente motivo de orgullo.
Muchas gracias por tus palabras Dennis. Poco a poco iremos pillando la forma, ya lo verás y que 2017 vea tus 2h...
Un fuerte abrazo,
Ferran
Publica un comentari a l'entrada